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lunes, 19 de agosto de 2013

De cómo Indonesia me llevó a Suramérica



Fue durante el mes de Agosto de 2012, cuando regresaba de haber pasado casi un mes viajando
sola por Indonesia. Regresaba llena de emociones, porque había vivido unas semanas maravillosas
llenas de felicidad. Durante esas semanas, había vivido 3 viajes diferentes dentro de uno: una semana sola entre la disfuncional Jakarta y la incomprensible Yogjakarta, habiendo visitado los templos de Borobudur y Prambanan (al que fui en bicicleta desde Yogjakarta); la segunda parte del viaje, la pasé entre Bali y Nusa T., con Inga y Adilson; y la tercera parte del viaje, comenzó cuando me despedí de ellos en el centro turístico de Bali, y tomé un bus hacia el centro geográfico de la isla, donde están los arrozales: un pueblo llamado Ubud.
Ahí, pasé un par de días para mi sola. Caminando entre arrozales y mimándome.
Luego, tomé un bus hacia la costa, y tomé un barco hacia las Islas Gili. Las Islas Gili son 3 granitos de arena en el Océano índigo, entre Bali y Lombok.
Mientras esperaba a hacer la transferencia entre el bus y el barco, conocí a Sal, un francés de 23 años lleno de alegría y energía. Para el momento en el que nos subimos al barco, ya éramos amigos-compañeros de viaje asumidos tácitamente.
En el barco, conocimos a Jarrid, un alemán de 21 años, que volvía a Gili Trawangan (la más grande de las Gilis) luego de varias semanas de haberla visitado por primera vez. Estaba muy emocionado...hasta me atrevería a decir que casi lloraba de la felicidad cuando vio acercarse la isla en nuestro panorama.
Compartimos la hora y media de viaje, sobre el techo del barco. Cuando llegamos a la isla, decidimos hospedarnos en el mismo lugar.
Esa noche salimos de fiesta a un barcito de playa llamado "Silent Disco", donde la música era escuchada solo a través de audífonos, y la gente bailaba en "mute".
Esa noche conocimos a Agnes, una holandesa de 25 años que tenía 9 meses viviendo en Gili Trawangan, trabajando como instructora de buceo.
Mi panorama era el siguiente: Sal, llevaba un año viviendo en Australia, trabajando en casi cualquier cosa, aprendiendo inglés y viajando cada vez que podía; Jarrid, un alemán que llevaba más o menos el mismo tiempo, viajando y trabajando; y Agnes, que visitó Gili T. y decidió quedarse a vivir ahí indefinidamente.
Para hacer la historia corta, esos días viví con ellos momentos de mucha liberación y felicidad
y sobre todo, empecé a pensar que lo que ellos estaban haciendo, era un sistema de vida que a mi me hubiera gustado hacer, pero que quizás ya no tenía la edad para hacerlo, si quería formar una familia.
Para la fecha en la que viajé a Indonesia, tenía 10 meses de haber terminado con mi pareja. Ese viaje significaba para mi un escape a mis propios pensamientos, porque todavía lo amaba.
Entonces, sucedió que al regresar de Indonesia tuve pensamientos existencialistas muy fuertes...y me puse a evaluar qué hechos concretos me habían hecho tan feliz en Indonesia. La respuesta era fácil: los momentos donde estuve feliz (que fueron muchos y muy repetidos) tenían que ver con ver el cielo estrellado, admirar el vaivén de las olas, bucear y ver el espectáculo de colores y especies que viven debajo del mar, sentir la efervescencia de las nuevas amistades, y el amor correspondido, despertar con un concierto improvisado de guitarra, o simplemente no pensar en el mañana, ni en el ayer...vivir el hoy.
Cuando desperté de ese "sueño", estaba sola trabajando en la oficina de 30 metros cuadrados desde donde prestaba mis servicios para una empresa alemana ...por supuesto que la bofetada fue memorable.
Tardé poco tiempo en decidir que quería seguir viviendo el presente, haciendo algo que siempre me ha hecho muy feliz: viajar.
Viajar me permite ver todos los días algo nuevo, aprender, conocerme a mi misma, pensar, respirar, admirar la naturaleza, sentirme una con el Universo. Todo en conjunto: viajar me hace feliz.
Entonces, evalué mi situación global y me di cuenta que nunca antes había estado en una mejor condición para emprender un viaje largo, continental: no tenía pareja, ni mascota, ni hipotecas u otras deudas, no estaba estudiando nada, no tenía obligaciones de ningún tipo...si bien es cierto que todos somos libres por definición, yo en ese momento me di cuenta que por primera vez en mi vida era redundantemente libre.
De manera que tomé la decisión...me iría de viaje. Ahora vendrían las siguientes cuestiones: ¿adónde?, ¿cuándo?, ¿por cuánto tiempo?. Todo confluyó.
Mi pasaporte vencía en exactamente un año, por lo que tenía que viajar pronto, antes de esperar los tiempos insanos que la burocracia venezolana tardaría en renovarlo. Luego, me había prometido pasar las fiestas de Navidad y Año Nuevo en Venezuela, porque me hacía falta ver a mi familia y sobre todo porque había nacido mi sobrina Sara Valentina, y luego de un año aún no la había conocido. Entonces, ya tenía respondidas las primeras dos cuestiones: Latinoamérica, en Diciembre de 2012. Faltaba decidir por cuánto tiempo viajaría, pregunta que me contestó la ley española: solo podía ausentarme de España 6 meses en el plazo de un año para no perder la residencia...y en Indonesia había pasado casi un mes, así que me iría a Latinoamérica los 5 meses restantes que podía.
El 15 de septiembre compré mi billete Barcelona-Caracas-Bogotá-Barcelona. Con fecha de ida el 16 de Diciembre 2012 y regreso el 10 de Mayo de 2013. Era un proyecto tan grande, que no me lo creía...
Luego llegó mi cumpleaños. Ese año cayó miércoles, y lo celebraba en mi hogar en Barcelona, con todos los buenos amigos que vivían en la Ciutat Comtal. La reunión iba de maravilla, cuando de repente, llegó el Gordo acompañado de una sorpresa: mi primo Johan, que vivía en París, había venido de sorpresa a celebrar conmigo mi cumpleaños. La emoción era GIGANTESCA...esa noche estuve muy feliz.
Luego de la emoción de la sorpresa, no tardé en contarle a Johan sobre mi plan de irme a Latinoamérica a viajar durante 5 meses. Él, de inmediato se emocionó mucho...y consideró la posibilidad de unirse al plan. Recuerdo haber estado hablando en la cocina de la casa incansablemente, hasta que escuchamos la persiana de la panadería de al frente abrir...eran las 6am. No habíamos dormido nada, y yo entraba a trabajar a las 8am.
Recuerdo haber escuchado juntos en el balcón de mi casa 2 canciones de Calle 13 que eran alegóricas al tema: Latinoamérica y La vuelta al mundo.
Pasamos una semana increíble compartiendo juntos en Barcelona, y Johan regresó a París con la idea en mente, con el propósito de pensarlo mejor estando allá.
Pasaron unas 2 semanas, cuando Johan me llamó para decirme que viajaríamos juntos por Latinoamérica.
La pre-producción consistió en pedir recomendaciones a todos los amigos que habían viajado o que eran originarios de Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia...y a partir de una extensa lista de lugares recomendados para visitar, hacer un paseo virtual con Google Images + Maps, para decidir a cuáles ir y a cuáles no, en qué orden visitarlos, cuánto tiempo pasar en cada uno, cómo llegar de un lugar a otro, etc.
Literalmente, tanto Johan como yo, cada uno desde sus ciudades de residencia, estábamos impacientes contando los días para que llegara el 16 de Diciembre.
Las semanas previas al viaje, yo ya sentía que estaba viajando...por las conversaciones que tenía con mis amigos, la intensidad de las despedidas de "Barceloca", el "homesick" precoz, la nostalgia por no ver a mi ex por todo ese tiempo (y que quizás al regresar, él tendría una nueva compañera en su vida), los apegos que poco a poco lograba desapegar...hasta que llegó la noche antes del viaje, en la que compartí con varios amigos que fueron a visitarme a la casa y que literalmente me acompañaron hasta el último segundo que estuve ahí antes de salir de mi casa para no volver en los próximos 5 meses.
Salí esa noche a las 2am de casa, con Sam, Paty, Cuki y Carles, caminando con mi mochila
hasta el metro Monumental...como si se tratase de la tradición de Año Nuevo, saliendo "equipada" con mis maletas de noche a recorrer las calles. Mis amigos siguieron andando, y yo tomé el metro con Carles hasta la estación Passeig de Gràcia, donde nos separamos...yo seguí mi camino, que incluía Nit Bus hasta el aeropuerto, y cuando llegué al aeropuerto, aún no me creía que realmente estaba haciendo mi sueño realidad!
Tomé el primer vuelo Barcelona-Frankfurt. En Frankfurt, nos conseguimos Johan y yo, en medio del Duty Free, como si de una casualidad se tratase, y el primer comentario que hicimos luego de abrazarnos fue, justamente, "no me puedo creer que lo estamos haciendo finalmente!". Así comenzó nuestro viaje.
Las 9 horas de vuelo entre Frankfurt y Caracas pasaron volando, literalmente. Llegamos a Maiquetía y Leo nos había ido a buscar con la bella Carlota. Luego sí que se hicieron largas las 2 horas y media que tardamos para llegar desde Maiquetía hasta el salón de fiestas de Alejo y Mary, donde nos esperaban nuestros amigos para darnos la bienvenida. La noche se hizo corta...al terminar la fiesta, me fui con Leo y estuvimos hablando del pasado y del presente, como dos ex que se aman y se respetan, pero sobre todo como dos amigos del alma.
Luego de Caracas, fui a Barquisimeto a compartir con mis hermanos, la abuela Rosa y con mi papá.
Y de ahí viajé a Margarita, adonde pasaríamos las fiestas reunidos en familia. Siempre recordaré esas Navidades como una de las más felices de mi vida.
Llegó el 4 de Enero de 2013, fecha en la que oficialmente comenzaría nuestro viaje. Johan y yo tomamos un avión desde Margarita hasta Puerto Ordaz...y desde ahí, tomamos un bus en la noche en dirección al poblado San Francisco de Uyuní, desde donde el 5 de Enero comenzaríamos nuestra primera aventura: subir el imponente Roraima.

Johan y yo con el Roraima de fondo...en el día 1 de nuestro viaje


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